La Muerte se encontró con la Vida una tarde estival,
Oh, que calor hacía, la Calaca se derretía;
Sin embargo, la Vida sonreía…
La Parca, tan acallada, parecía estar en un funeral.
-Ven conmigo, amiga, – dijo la Vida,
Contesto la Veleidosa -hay que celebrar cada día-,
-Vayamos a comer- hermana mía-,
Respondió la Mocha, -debo trabajar, no es tiempo todavía-
“de ricos y tragones están llenos los panteones”.
Por tanto trabajar estaba seca la Dientona,
Ya no se alimentaba por sepultar a los muertos
Viuda, mal pagada, cosmopolita y feona,
Así es esto de la faena de las lágrimas y lamentos.
La Muerte es dulce, el postrero susurro de despedida,
Pobrecita de la tía de las muchachas, está tan desvirtuada
Que hasta da pavor el mencionarla;
Sin embrago, a todos los ha de llevar, excepto a este escritor
Que la celebra con fervor en estas líneas a la Tilica.
Allá va la Hedionda, la Madre Matiana, la China Hilaria, la Coatacha,
Oh, cuántos nombres para evocar a aquella pobre Calva, la bella dama de la guadaña.